Por: Wellington Arnaud
El ascenso de Luis Rodolfo Abinader Corona a la Presidencia de la República Dominicana en 2020, bajo la bandera del Partido Revolucionario Moderno (PRM), marcó un hito histórico. Abinader es el primer presidente dominicano nacido después de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, lo que simboliza el fin de una era y el inicio de una nueva etapa en la política nacional, donde se busca desterrar el caudillismo y priorizar los valores democráticos.
Este cambio se evidencia en su gestión, destacándose por decisiones como su participación en un debate presidencial, aún teniendo una ventaja en las encuestas. Esta acción estableció un precedente, impulsando la transparencia y la exposición de ideas entre los candidatos.
Uno de sus compromisos más relevantes ha sido la propuesta de reforma constitucional, la cual busca evitar que futuros mandatarios se perpetúen en el poder mediante la reelección. Esta iniciativa ya fue presentada al Congreso y, de concretarse, pondrá fin al continuismo, uno de los grandes desafíos que históricamente ha debilitado la democracia dominicana.
En tan solo cuatro años, el liderazgo de Abinader ha demostrado ser efectivo, logrando una rápida recuperación económica tras la pandemia y un aumento significativo en la inversión extranjera, proyectando alcanzar los 4,500 millones de dólares este año. Este crecimiento coloca al país en una ruta hacia la duplicación del Producto Interno Bruto (PIB) para 2036.
Lo más notable de este liderazgo es su compromiso con dejar la presidencia sin volver a postularse, desafiando la tendencia de perpetuarse en el poder. Esto consolida un modelo de gestión basado en la eficiencia, transparencia y responsabilidad, aportando significativamente al fortalecimiento de la democracia dominicana y al bienestar de su población.
Luis Abinader está esculpiendo su nombre en la historia como un líder capaz de romper con viejos paradigmas, abriendo camino hacia un futuro más democrático y próspero para la República Dominicana.
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