El buen negocio de difamar

Nov 29, 2024 | 0 Comentarios

Por Juan Ml. Tejeda.

En la era de la hiperconectividad y las redes sociales, la verdad se ha convertido en un recurso cada vez más escaso. Al mismo tiempo, hablar mal de otros, tergiversar información y difundir mentiras se ha transformado en una industria lucrativa que prospera a costa de la reputación ajena y del consumo masivo de contenidos negativos. ¿Cómo llegamos hasta aquí?  

 La monetización del escándalo

Difamar ya no es solo una práctica moralmente cuestionable; es un modelo de negocio. Plataformas como YouTube, Facebook y TikTok premian con visibilidad y monetización a quienes generan controversia. En muchos casos, los contenidos difamatorios acumulan millones de vistas, atrayendo anunciantes y generando ingresos  para sus creadores.

Un caso emblemático es el de Alex Jones, fundador de la plataforma estadounidense InfoWars. Jones construyó un imperio mediático basado en teorías de conspiración y desinformación. Aunque fue demandado y condenado por difundir noticias falsas sobre la masacre de Sandy Hook, que involucró la muerte de niños inocentes, sus actividades le generaron millones de dólares durante años. Este caso refleja cómo la difamación no solo perjudica a las víctimas, sino que también fomenta un ciclo de desinformación que beneficia económicamente a los responsables.

En la República Dominicana, también hemos visto el auge de figuras y medios digitales que construyen su popularidad sobre la base del escándalo. Las plataformas digitales de mayor reconocimiento en nuestro país se alimentan del morbo y, en muchos casos, difunden información sin verificar para mantenerse relevantes.  

  La influencia de los difamadores

La difamación no solo genera ingresos; también otorga poder. Algunos difamadores se han convertido en influencers, logrando una posición privilegiada para moldear la opinión pública. Su capacidad de alcanzar a millones de personas con un solo clic les confiere un peso que antes era exclusivo de los grandes medios de comunicación. 

En el ámbito local, las redes sociales dominicanas están plagadas de figuras que recurren a la difamación como herramienta de posicionamiento. Estas personas, amparadas por la facilidad de viralización, logran que sus mensajes lleguen a miles, aun cuando carecen de fundamentos. Esto no solo daña a las víctimas, sino que también perpetúa un clima de desconfianza y desinformación.

  Las consecuencias

La difamación, aunque lucrativa para algunos, tiene consecuencias devastadoras para las víctimas. Desde daños psicológicos hasta pérdidas económicas, el costo de las mentiras es inmenso. Además, este fenómeno erosiona la confianza en las instituciones y en los medios de comunicación.

En respuesta, algunos países han endurecido las leyes contra la difamación y la desinformación. Sin embargo, el problema persiste debido a la velocidad con la que las noticias falsas se propagan en las plataformas digitales.

“El buen negocio de difamar” es un síntoma de una sociedad que prioriza el entretenimiento y el morbo por encima de la verdad. Combatir este fenómeno requiere un esfuerzo conjunto. Mientras no lo hagamos, los difamadores seguirán ganando—económica y socialmente—a expensas de la verdad y la dignidad humana.

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