El régimen de Bashar al Asad llegó a su fin tras una ofensiva relámpago liderada por grupos rebeldes islamistas, poniendo término a más de cinco décadas de dominio de la dinastía Al Asad. Bashar al Asad, quien gobernaba Siria desde hace 24 años, renunció y abandonó el país. Según informes de las agencias rusas TASS y Ria Novosti, el mandatario alauita recibió asilo en Rusia, su principal aliado.
La caída de al Asad generó celebraciones masivas en Siria, especialmente en Damasco, donde multitudes derribaron estatuas de Hafez al Asad, padre del derrocado líder. Combatientes y civiles se congregaron en las calles al grito de “¡Siria es nuestra, no de la familia Asad!”, mientras disparos al aire marcaban el júbilo por el fin de un gobierno percibido como opresor. La ofensiva rebelde, iniciada el 27 de noviembre desde Idlib, dejó al menos 910 fallecidos, entre ellos 138 civiles, y desplazó a 370,000 personas, según datos de la ONU.
El líder de la coalición insurgente, Abu Mohamed al Jolani, declaró que Siria ha sido «purificada», durante un discurso en la mezquita de los Omeyas. Mientras tanto, el Consejo de Seguridad de la ONU se reunirá de emergencia para abordar la situación en un país devastado por más de una década de guerra civil. La comunidad internacional sigue de cerca el desenlace de esta nueva etapa para Siria.
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