Estados Unidos pidió al régimen de Kim Jong-un detener cualquier acción que pueda incrementar las tensiones en la península coreana, tras la destrucción de carreteras y vías férreas que conectaban con Corea del Sur. Matthew Miller, portavoz del Departamento de Estado, instó a Corea del Norte a retomar el diálogo y la diplomacia, subrayando que EE. UU. mantiene una estrecha coordinación con sus aliados surcoreanos.
Japón también expresó su preocupación por una posible escalada en la región. Kazuhiko Aoki, subsecretario del gabinete, advirtió que estas actividades no deben desencadenar un conflicto mayor.
Las explosiones realizadas por Pyongyang se consideran parte de una serie de provocaciones para cerrar de forma definitiva la frontera entre las dos Coreas. En respuesta, el ejército surcoreano ejecutó maniobras defensivas cerca de la línea divisoria, mientras que Seúl ha retomado maniobras militares con fuego real y retransmisiones de propaganda, prácticas que llevaban seis años suspendidas.
El líder norcoreano Kim Jong-un, en una reciente reunión de seguridad, denunció supuestas incursiones de drones surcoreanos como una «grave provocación» y ordenó un plan de represalias militares inmediatas. Aunque el gobierno surcoreano rechazó las acusaciones, las tensiones continúan escalando.
En los últimos años, Corea del Norte ha intensificado sus pruebas de misiles balísticos, justificándolas como advertencias frente a las actividades militares conjuntas entre Corea del Sur y Estados Unidos. Aunque la guerra de Corea terminó en 1953 con un armisticio, ambas naciones siguen técnicamente en guerra, al no haberse firmado un tratado de paz.
Este conflicto sigue siendo un punto álgido en la región, con la comunidad internacional observando de cerca cualquier movimiento que pueda agravar aún más la situación.
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