La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, por sus siglas en inglés), no es solo una entidad que brinda educación, atención médica y asistencia financiera para los palestinos; para muchos, encarna mucho más.
«No es solo una organización, es también el testigo de nuestra Nakba», afirma Noor Sobhiyeh, una joven de 18 años que reside en un campo de refugiados en el Líbano.
La Nakba, conocida como «la Catástrofe», evoca el desplazamiento forzoso de hasta 750.000 palestinos tras la creación del Estado de Israel en 1948.
Desde entonces, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) ha sido su principal fuente de ayuda y asistencia, tanto para ellos como para sus descendientes.
Noor aspira a graduarse este año, pero sus planes se ven amenazados por la decisión de varios países de suspender la financiación a la agencia.
El emblema azul de la UNRWA se erige como un símbolo omnipresente en los campamentos palestinos de Medio Oriente, junto con la bandera palestina. El primero representa la condición de refugiados, mientras que el segundo simboliza el anhelo de regresar a su tierra natal.
Noor y otros 38.000 estudiantes palestinos en Líbano dependen exclusivamente de las escuelas de la UNRWA, ya que no tienen otra opción para recibir educación.
Además, la UNRWA es el único proveedor de atención médica gratuita para los refugiados palestinos en Líbano, ya que no tienen acceso a los servicios estatales. La prohibición de trabajar en 39 profesiones en Líbano los hace aún más vulnerables, aumentando su dependencia de la modesta ayuda económica de la UNRWA.
Para muchos refugiados palestinos en Líbano, la suspensión de la financiación a la UNRWA es percibida como «una sentencia de muerte». Aproximadamente 490.000 refugiados palestinos están registrados en la UNRWA en Líbano, aunque se estima que el número real de residentes palestinos en el país se acerca a los 250.000.
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